Lunes, 27 de junio del 2016 Hípica peruana

Una historia al galope

Este año el Jockey Club del Perú celebra sus primeros 70 años de vida institucional. Conoce su historia, aquí.

Una historia al galope
El 07 de abril de 1955, el Derby Nacional reunió a los hijos del más grande semental de la historia de la hípica nacional: Postín.

Setenta años se quedan cortos para entender la trascendencia del Jockey Club del Perú (JCP). Porque su aporte a la sociedad peruana se remonta a los albores de la asociatividad deportiva. A mediados del siglo XIX germinó lo que hoy es un símbolo del deporte. En el mismo lugar donde se forjó el fútbol nacional, mucho antes se forjó la hípica peruana: la Cancha de la Mar Brava en el Callao.

Los emplazamientos cambiaron con los años. Primero el puerto. Luego la Pampa del Pino en El Porvenir. Más tarde la “Cancha Meiggs” en Mirones. La necesidad de organizarse acompañó ese crecimiento: primero con la Sociedad de Carreras del Perú, luego con el Jockey Club de Lima fundado en 1895. La pasión por el turf se consolidó y derivó en la construcción del Hipódromo de Santa Beatriz en 1903, con aval del municipio limeño.

Durante 35 años la afición limeña adoptó ese espacio como uno de los principales escenarios de la vida social de principios del siglo pasado. No en vano se celebraron carreras internacionales conmemorando el Centenario de la Independencia y el Centenario de la Batalla de Ayacucho. La hípica pasó a convertirse en un pilar fundamental de la sociedad peruana.

Ante el crecimiento de Lima, el mundo del turf también siguió el mismo camino. Se inauguró el Hipódromo de San Felipe a fines de 1938. Pero el espacio volvió a ser desbordado por el creciente interés de los limeños. Todo lo andado hasta ese momento tenía una sola razón de ser: concretar el sueño de la creación del Jockey Club del Perú.

El 4 de abril de 1946 todas las fuerzas vivas del turf consiguieron un nuevo hito en la hípica peruana: darle un caracter nacional y cohesionado a una pasión de casi cien años. Todo ese crecimiento pujante e incontenible, como escribió el historiador Jorge Young Bazo, acabó plasmándose en el Hipódromo de Monterrico.

EL INICIO

Los primeros quince años fueron cruciales para sentar las bases de una institución icónica. Todos los involucrados trabajaron en la misma dirección: primero, la Junta Ejecutora de la Ley 10345, que adquirió los bienes del Jockey Club de Lima; y luego, los sucesivos directorios presididos por Miguel Fort, Pedro García Miró, Ernesto Ayulo Pardo, Oscar Berckemeyer Pazos, Gustavo Prado Heudebert y César del Río Suito, quien finalmente se encargó de inaugurar el Hipódromo de Monterrico el 18 de Diciembre de 1960.

Desde entonces, el Hipódromo de Monterrico no solo se convirtió en un símbolo de la hípica nacional, sino también en un símbolo de una Lima moderna. Así como la afición por el turf pasó a ser un rasgo de la sociedad peruana, la nueva obra permitió el avance de esta disciplina como una práctica profesional.

El siguiente paso fue la construcción de la sede social deportiva, inaugurada en 1966. De esa forma, el Jockey Club del Perú se afianzó como una institución emblemática. Los grandes logros internacionales llegaron en la década de los 70 con las hazañas de los caballos Santorín y Flor de Loto, en Argentina.

El turf peruano consiguió resonancia mundial. Esto impulsó nuevas mejoras: la implementación del alumbrado para las carreras, la inauguración de la pista de césped natural, la creación del circuito cerrado de televisión, y la colocación de las primeras máquinas de juego, lo que permitió el inicio de la gran red de concesionarios.

La vida institucional creció y, con ella, su influencia en la sociedad peruana: El JCP fue sede de importantes eventos, como la visita del Papa Juan Pablo II en 1985, la Copa Davis en más de una edición y conciertos de gran envergadura en los últimos 25 años. La modernidad acompañó este crecimiento: la transmisión satelital a todos los rincones del país reemplazó al circuito cerrado de televisión y la colocación de una nueva pantalla gigante en el Hipódromo de Monterrico lo reposicionó como uno de los mejores recintos hípicos del continente.

Dentro de la tradición del club, el acercamiento entre los asociados y la comunidad en general es una preocupación constante. A través de diferentes actividades se busca estrechar los vínculos entre los aficionados y aquellos no tan familiarizados con el espectáculo: eventos sociales, como charlas sobre la hípica en el Perú, para recordar la importancia del turf dentro del desarrollo económico, por ser una actividad de la que dependen más de 25 mil familias.

El desarrollo de otras disciplinas, como el tenis, el fútbol, el frontenis, las bochas y la natación, va más allá del esparcimiento de los socios. Estos deportes han logrado un ascenso significativo para la institución. Así como el legendario Alejandro Olmedo paseó su mejor tenis en las canchas del Jockey Club del Perú, en el presente se forman las futuras generaciones de deportistas.



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