
Peleó hasta el final. Su ejemplo de coraje, valor y amor por la Patria despiertan admiración y asombro hasta el día de hoy.
Punta Angamos, 8 de octubre de 1879. El Huáscar se encuentra frente a la escuadra chilena. El pequeño monitor se bate a muerte en una lucha desigual. Los blindados Almirante Cochrane y Blanco Encalada lideran el ataque enemigo. A pesar del fuego, el Contralmirante Miguel Grau toma la ofensiva y trata de espolonear al Cochrane. El teniente segundo Enrique Palacios ocupa el puesto de telemetrista. Encargado de tomar las distancias, su ubicación era la torre de baterías. De pronto, suena un terrible estallido que alcanza a Grau, y le pone fin a su vida. La torre de mando queda inmovilizada y el timón inutilizado. Uno tras otro, los oficiales van cayendo en batalla. Todo es un caos, el humo se confunde con los heridos, los gritos, las noticias y las órdenes. Enrique Palacios es herido múltiples veces.
En el libro “Héroes y marinos notables”, editado por el Ministerio de Marina, se explica que los fragmentos de fierro ocasionados por una bomba enemiga le provocan a Palacios una profunda herida de 11 centímetros de longitud. Debido a ello se le trasladó a la sala de cirugía, pero volvió a la torre lo más rápido que pudo. Siguió dando órdenes y tomando distancias, hasta que otra bala reventó a sus pies y, al mismo tiempo, lo hirieron en los hombros. El fogonazo quemó su barba y sus manos. Así, continuó en la lucha. Subió por las troneras a la cubierta de la torre y nuevamente fue herido por tres balas de rifle, en los muslos y el brazo izquierdo.
Atacado primero por reumatismo muscular y luego por un mal hepático que le impidió presentarse en su buque, Palacios dejó la Armada en 1873. Sin embargo, ante el llamado de la Patria en 1879, se reincorporó sin vacilar.
Así era Enrique Sixto Palacios Mendiburu, el héroe que nació en 1850 en Lima, estudió en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe, ingresó al Colegio Militar Naval en 1864, y falleció el 22 de octubre de 1879 en Iquique, a los 29 años.