El investigador principal de GRADE, Hugo Ñopo comenta sobre la equidad de género e indica que, a menudo, cuando se habla de género se tiende a pensar que se está hablando de ‘un asunto de mujeres’. Esto es absoluta y profundamente errado y el experto nos explica por qué.
¿Qué muestran los indicadores sobre la educación superior?
La buena noticia es que hay paridad. Inclusive hay una ligera ventaja a favor de las mujeres. En algunas universidades vas a encontrar un poco más de presencia de mujeres que hombres. Esta paridad es reciente, yo diría de los últimos diez años. Antes, el espacio universitario era predominantemente masculino.
En ese sentido, la tendencia es positiva, pero cuando se mira el detalle de estos indicadores uno se encuentra con que hay segregaciones importantes basadas en género: las carreras ingenieriles siguen siendo mayoritariamente masculinas, mientras que las carreras de servicio son básicamente femeninas.
¿Cómo acabar con estas disparidades en carreras?
Creo que hay que comenzar desde la escuela. Que los hombres se seleccionen para las ingenierías y que las mujeres vayan a servicios tienen una explicación previa. Los resultados de la prueba PISA que rinden los escolares a los 15 años muestran que en el desempeño en matemáticas hay una brecha de género bastante importante. A los niños les va mucho mejor que a las niñas en matemáticas.
Sin embargo, en pruebas anteriores, como la ECE, que se aplica en segundo de primaria, casi no existe esta brecha de género en el desempeño en matemáticas. Esto habla de ciertos patrones durante la etapa escolar: no es que los hombres y las mujeres seamos biológicamente distintos para el aprendizaje de matemáticas, sino más bien que estos sesgos son una cuestión cultural que se genera en la edad escolar. Es por eso que los esfuerzos deben estar ahí.
¿El mayor acceso a la educación superior está significando mejores posiciones laborales para las mujeres?
En los primeros empleos, es decir, en la inserción temprana a los mercados de trabajo, hay equidad. Hombres y mujeres participan de los mercados de trabajo con las mismas tasas y aproximadamente con los mismos salarios. Es cuando empiezan los periodos de fecundidad que las mujeres deben salir tempranamente de los mercados de trabajo, para luego volver a insertarse. Lo que ocurre es que hay una penalidad por la maternidad que hace que las mujeres bajen en sus salarios y pierdan en la posibilidad de acumulación de experiencia profesional. A largo plazo, esto se traduce en brechas salariales y en posiciones dentro de las organizaciones.
¿En qué medida nos limita como país seguir viviendo estas situaciones?
A menudo, cuando se habla de género se tiende a pensar que se está hablando de ‘un asunto de mujeres’, y si es así, pues que ellas luchen por su equidad y solucionado. Esto es absolutamente errado.
Primero, porque la equidad es una cuestión moral y debería ser un asunto de todos, y segundo, por razones económicas también debería ser un asunto de todos. Si es que como país subutilizamos el capital humano de la mitad de la población, hay una ineficiencia seria. Vamos a mejorar la productividad del país solo en la medida en que utilicemos todo el potencial de nuestro capital humano.
¿Qué opinión le merece el trabajo de la Sunedu?
Es una labor necesaria e importante, pero también comprendo que incomoda. Las universidades no están acostumbradas a que se las supervise y se les requiera exigencias.
¿Cuál es la autocrítica que deben hacerse las universidades de hoy?
Creo que a partir de los esfuerzos actuales hay un redireccionamiento hacia la búsqueda de calidad. Sin embargo, dada la heterogeneidad de condiciones y las diferencias entre ellas, hay algunas para las que será más complicado el adecuarse a las nuevas normativas.
¿Cuál es la percepción de las empresas transnacionales sobre los profesionales peruanos?
Existe evidencia que afirma que no ha habido una mejora en la percepción de los profesionales peruanos, sino lo contrario.