
Muchos adolescentes se han visto afectados emocionalmente por la pandemia y ahora sienten inseguridad por las clases semipresenciales.
La pandemia de COVID-19 ha dado lugar a otra pandemia, una de ansiedad y depresión. La necesidad de aislarse en casa por tanto tiempo ha duplicado los síntomas de depresión y ansiedad en niños y adolescentes, en comparación con la etapa prepandemia.
Así lo demuestra un análisis de 29 estudios en los que participaron 80.879 jóvenes, llevado a cabo por la Universidad de Calgary, en Canadá, y publicado en la revista médica JAMA Pediatrics.
Asimismo, en el plano local, un estudio del Ministerio de Salud y Unicef indica que tres de cada diez niños y adolescentes de 6 a 17 años manifestaron un problema de salud mental durante la pandemia.
Ante esto, ¿te has preguntado si podrías reconocer señales de ansiedad y depresión en tus hijos? “En el caso de la depresión, se pueden afectar los hábitos de alimentación y de sueño. Los adolescentes se vuelven tristes o irritables, se aíslan de la familia y de sus amigos y pierden interés en las actividades que antes les producían placer”, sostiene Jorge Pérez, coordinador de Orientación Psicopedagógica de la Universidad del Pacífico.
En el caso de la ansiedad, al adolescente se le ve preocupado, inquieto y tenso, especialmente por situaciones que no puede controlar y a las que les augura un resultado negativo, casi catastrófico. Puede estar irritable y bajar en sus notas, pues pierde la capacidad de atención y concentración.
Además, Pérez advierte que es común que el rendimiento académico disminuya e incluso que los chicos comiencen a faltar a clases. En algunos casos, surgen ideas o discursos relacionados con un futuro negativo, con la muerte y el suicidio.
✓ ESCÚCHALO
“Es importante que los padres les ofrezcan a sus hijos un espacio para expresarse, donde se sientan escuchados y donde vean que se respetan sus tiempos y no se emiten juicios”, aconseja Beatriz Canessa, jefa del departamento de Orientación Psicopedagógica de la Universidad de Lima.
No es buena idea minimizar la importancia de los síntomas descritos, decirle al adolescente que ya le va a pasar, que tiene que ponerle ganas o cosas similares, porque entonces él se sentirá incomprendido y frustrado. Su problema es un desequilibrio químico que él no puede controlar y requiere ayuda especializada.
Beatriz Canessa sugiere evitar preguntas y comentarios como “¿por qué estás así?”, “cálmate”, “deja de llorar”, pues no son de utilidad. Más bien, recomienda emplear frases conciliadoras, como “te noto un poco irritado… cuando quieras, estoy aquí si deseas hablar”.